• Samuel Andújar, el ángel de presos y atletas

    Todos los años, el primer domingo de octubre, el pueblo albaceteño de Hoya Gonzalo corre en el Memorial Samuel Andújar, dedicado a un facultativo que se dejó el corazón en todo lo que hizo, desde el atletismo hasta su lucha por la reinserción de los presos. También lleva su nombre el Premio a la Fidelidad del Circuito de Carreras Populares de Albacete y el polideportivo hoyano. Víctima de un cáncer en 2013, Samuel Andújar ha dejado huella porque llegó a la meta en todo lo que se propuso. Se volcó como subdirector médico de la cárcel de Villena, como facultativo de las carreras populares y como atleta. El 26 de junio del año 2013, con 54 años, perdió la carrera contra el cáncer, pero con la deportividad que siempre le caracterizó.

    Hijo de un cartero, Samuel Andújar nació el 5 de septiembre de 1958 en el pequeño pueblo albaceteño de Hoya Gonzalo. Fue el único niño y el pequeño de tres hermanos. La situación económica de su familia nunca fue holgada porque al sueldo de un cartero se unió un grave accidente. Samuel apenas tenía dos años y, mientras su padre se recuperaba, tuvo que vivir en casa de unos tíos durante meses.

    Pero, a pesar de las dificultades, superó el Bachillerato y se fue a Alicante a estudiar la carrera de Medicina. Ya era novio de la que sería el amor de su vida, la también médico María Teresa Martínez Moratalla. Samuel se alojó durante la carrera en la Casa Sacerdotal, donde trabajó como jefe de Estudios a cambio de la manutención, ya que en aquella época convivían seminaristas y estudiantes. Fue en aquellos tiempos de libros, prácticas y juventud cuando empezó a correr como aficionado.

    El atletismo fue la sana droga que cambió por el tabaco

    En 1985, se casó con María Teresa, la que sería la madre de sus hijas Teresa, María y Ana. De vuelta en Albacete, Samuel, que era un fumador empedernido, dejó el tabaco y empezó a tomarse el mundo de las carreras más en serio, al tiempo que ejercía la medicina con su mujer en su consulta privada. Aquello del atletismo se convirtió en una sana droga que, pasados los años, combinaría con su atención a los reclusos.

    Y es que el periodista deportivo Francisco Villaescusa, amigo y compañero de Samuel, destaca que fue más que un aficionado, ya que su marca de maratón estaba en dos horas cincuenta minutos. Corrió en cientos de pruebas y completó maratones como los de Nueva York, Madrid, Barcelona, Valencia, San Sebastián o Albacete.

    Se implicó con los presos hasta el punto que logró que salieran a correr con él

    Era un médico cercano y vocacional, pero su mujer destaca que fue con el cambio de milenio cuando encontró su verdadero sitio. Empezó a hacer sustituciones en la prisión albaceteña de La Torrecica y el trato con los presos le marcó tanto que, con 44 años y tres hijas, se preparó la oposición para trabajar como médico penitenciario. Lo consiguió con la misma constancia que empleaba en el deporte. Además, una vez alcanzada la meta, no se conformó con ir y venir a la cárcel de Villena, se implicó con los presos hasta el punto que logró que salieran a correr con él y que compitieran. Fomentó los módulos libres de droga; programas para enfermos mentales con perros e iniciativas que incluían el deporte como terapia.

    Samuel Andújar contagió su optimismo entre más de 400 funcionarios y un millar de presos

    Un momento de la presentación en el centro penitenciario de la terapia con animales.

    Dice el director de la cárcel de Villena, Feliciano Grelgo, que siempre lo echarán de menos. Samuel Andújar contagió su optimismo entre más de 400 funcionarios y un millar de presos. Grelgo no duda hoy al decir que él fue “la mejor persona que he conocido”. De hecho, recibió, a título póstumo, la Medalla de Plata al Mérito Penitenciario.

    En 2013 se enfrentó a un cáncer de páncreas

    Samuel salía de Albacete a las seis de la mañana y regresaba a las cuatro de la tarde. A pesar de las guardias, no perdonaba su entrenamiento diario, las carreras y sus funciones como médico del circuito albaceteño. Con este ritmo, no le llamó la atención sentirse cansado. Sin embargo, en febrero de 2013 se confirmaba el diagnóstico, tenía un cáncer de páncreas, la misma enfermedad de la que había muerto su madre.

    Su mujer recuerda que, desde el primer momento, él dijo que no quería morir, que lucharía con todas sus fuerzas, pero que, si al final se iba, lo haría en paz. Y así fue.

    Mucho más que un médico