• La Solana para llegar a la Morra del Pozuelo

    El profesor de la Facultad de Enfermería Rigoberto López propone La Solana para llegar a la Morra del Pozuelo

    Frente al sedentarismo, senderismo

    El Autor

    Rigoberto López Honrubia

    Profesor de Psicología de la Salud en la Facultad de Enfermería

    El día se va enredando y finalmente somos tres los andarines de la tarde. Nos quedamos sin brújula y la otra andarina permanece en espera. ¡Que sepas que nosotros te esperamos a ti, estamos contigo!

    Iniciamos un itinerario sin tener claro dónde vamos. Nos dejamos llevar por las sensaciones, mis compañeros confían en mí y sé que cualquier propuesta será bienvenida. El Castillo de Peñas nos da pie para comentar los avances en las excavaciones arqueológicas, casa del gobernador y poblado íbero… y el trasiego de cabras por lo alto. Otros iconos de la peña nos parecen manifiestamente mejorables.

    Al llegar a La Solana, nos desviamos y aparcamos en Colón. El calor de la tarde nos pide altura y ya tenemos claro a dónde subir, la Morra del Pozuelo. Un amable solanero nos indica el camino. En la parra de un huerto, una gancha de uva blanca se nos ofrece y nuestro nivel de azúcar sube de momento. Ya en ruta, a nuestra derecha el parque eólico que discurre entre la Atalaya de La Solana y Arrojahijos, con plantaciones de pinos de cuando en cuando y el incansable runrún de las molinetas que lo pueblan. A nuestra izquierda, atrás, la mole del castillo y delante, La Peña del Roble, que tanto nos pone. Por el camino, tierras de labor, almendros, oliveras y monte bajo que demanda agua, con la foto fija del objetivo al fondo.

    La piedra abunda en la zona, tanto en guijarrales como en paredes que defienden el terreno de la erosión y configuran numerosas terrazas donde antaño producirían cereales, almendros, oliveras y tal vez viñas. Y finalmente terrenos baldíos plagados de aliagas y retamas.  Un par de cucos, bien conservados, con cagarrutas recientes de cabras, que visitan los cebaderos que albergan o se protegen un poco de la solana que pega. Más adelante, dejamos el camino de Peñas de San Pedro e iniciamos la acometida del Morro de los Pollos, para “conquistar” La Morra.

    Restos del pasado

    Desde muy abajo, numerosos trozos de arcilla y otros restos dan cuenta de la importancia de este poblado. Y ya en lo alto, comprendemos el interés de nuestros antepasados en instalarse aquí. Extraordinarias vistas desde donde controlar el paso de otras gentes y la protección que estas montañas les aportaban. Seguro que supieron cómo protegerse del aire que pega con frecuencia y obtener agua y otros productos vegetales y animales en cercanos arroyos, delatados por chopos amarillos.

    Varias aldeas en valles cercanos, La Rambla, El Madroño, La Zarza y el llano abierto con numerosos pueblos: Peñas, Pozuelo,  San Pedro, Balazote, Barrax, Argamasón, Santa Ana, Aguas Nuevas y hasta los llanos de Albacete y la Mancha toda. Buscamos el lugar de mando y refugio para descansar contemplando. Nos acordamos de los ausentes y contactamos con ellos, dándoles envidia con nuestras fotos. Té y regocijo, vamos bien de tiempo.

    Y ya de vuelta, un poco de baile en la bajada, camino de molinetas, campo a través, más camino, almendras tostadas directamente del árbol, otro poquito de uva, puesta de sol de la tarde sobre la aldea con pinta de agua, parada de Colón y, finalmente, nuestro informante, ya amigo, que sin ningún estrés comparte silla en su huerto, donde picotean las gallinas y mueve su cola el perro. Han sido 3 horas, 9,5 kilómetros y un desnivel acumulado de 314 metros.

    Y la parada de la tarde en El Salobral, bar de la gasolinera, con patatas asadas que no tenemos más remedio que repetir, aunque nuestra boca se calienta, e higadillos y mollejas. Buena tarde, buena compañía y presentes los ausentes.  

    ▶️ Consulte aquí la ruta en 📍 Wikiloc

    ▶️ Aquí puede adentrarse en la sección ‘Senderismo’

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