• Objetivo: la Cueva de Don Juan

    El Autor

    Rigoberto López y Manuel Martínez

    Profesor de Psicología y dentista

    Un dúo de los andarines de Diario Sanitario se propone visitar la Cueva de Don Juan, en el término valenciano de Jalance, y dar cuenta después de una impresionante ruta por la zona. Ahora verán por qué cada día es un afán. Y si bien nos repetimos: “frente al sedentarismo, senderismo”, hoy tenemos que añadir: “que no falten ni agua ni sombra cuando el sol de septiembre no perdona”. No conseguimos entrar a la cueva, nos acompañó un sol de justicia, pero las vistas perdonaron el sofoco de una ruta que habremos de repetir.

    En esta ocasión sólo salimos el hombre guía y el bardo, como tantas veces lo hicimos al inicio de esta actividad senderista. La quedada es a media mañana y tenemos la tarde por delante. Nos proponemos una zona que nos quedó pendiente cuando anduvimos en esas tierras de la serranía de Ayora, zona norte de la Sierra del Boquerón, los miradores al Júcar desde los acantilados de Jalance y la Cueva de Don Juan.

    Para completar esta zona nos faltaría llegar al Castillo de Don Sancho y la central hidroeléctrica del Molinar, frente a la Serretilla de La Pared, seis u ocho kilómetros más arriba. 

    Camino de Jalance al Moragete

    Dejamos el coche en el camino de Jalance al Moragete. Aunque llevo las botas, opto por las nuevas zapatillas, ya que la programación de la ruta lleva mucho por carril. El día es caluroso, estamos en el veranillo de San Miguel y el sol se muestra con poderío. La vegetación es exuberante.

    Muchas de las plantas olorosas están floridas y son ronroneadas por abejas y otros insectos. Pero el predominio de color hoy es rosa intenso de los brezos floridos que pueblan las cunetas del recorrido. También sobresalen amarillos y naranjas de los frutos de los madroños, muy abundantes en esta zona.

    La hierba de San Juan, hipérico, abunda, junto con lecitrena con la que me unto una verruga, aunque no vemos la oruga con la que se asocia.

    Las Ventanas

    Iniciamos la marcha bajando al mirador de Las Ventanas, que muestran los acantilados por donde discurre el Júcar, así como las cadenas montañosas de las sierras manchegas y valenciana.
    Las chimeneas de la central nuclear de Cofrentes expiran incansables, haciéndose omnipresentes a lo largo del recorrido.  Intuimos por dónde puede estar Cortes de Pallás, un destino deseado. Los acantilados que pueblan esta zona caliza y abrupta están pintados y horadados, mostrando restos de su hospitalidad a aves y cabras.  

    • Nosotros no conseguimos entrar en la Cueva de Don Juan, pero otros andarines habían estado el sábado, concertando la cita, y no a salto de mata como los que suscriben. Volveremos.

    Barranco de Los Capellanes

    Dos km más abajo llegamos a un escarpe rocoso del Barranco de Los Capellanes donde se encuentra la Cueva de Don Juan (600 m de altitud). Está cerrada, por lo que tendremos que volver con alguna visita guiada para disfrutar de sus formas y proyecciones que el goteo y escurrimiento de agua viene produciendo desde tiempos inmemoriales.

    Aprovechamos para compartir bocatas y tomates y proseguimos. Intuyendo la que nos va a caer, el hombre guía se hace un turbante con una camiseta para paliar el olvido de la gorra. Es la hora del medio día y el palomo casca sin piedad. Descendemos hasta el barranco de la Doncella, inundado de grandes piedras caídas de los acantilados, por donde Manu coquetea y sugiere que exploremos, aunque no tardamos en desechar la idea. Los árboles que crecen en su base son larguiruchos y delgados, buscando el sol y la luz que escasea.  

    Al borde de ‘la pájara’

    Seguimos el carril. Coincide con las mayores subidas, libres de sombras, y en silencio vamos aguantando el chaparrón a nuestro chano, chano. Ambos nos auto percibimos en la cara del otro, roja como un ababol.

    Pasamos por Los Useros, caserío rodeado de nogales jóvenes; las nueces, escasas, están tiernas y sabrosas. Una carrasca al borde del camino nos acoge y aprovechamos para hidratarnos, tomarnos un té y comernos un dátil. Nos reponemos.

    El Moragete nos salva

    El siguiente embiste, aun más empinado si cabe, nos lleva hasta el Aula de la Naturaleza del Moragete. Entramos como mula con antojeras al caño, que afortunadamente tiene agua corriente, y nos remojamos como los pájaros que sin pudor se zambullen a nuestro lado. Gritos de júbilo, descanso y más remojo. Así media hora. Nuevamente té y frutos secos nos reconstituyen. 

    El pico Bebeu (1033 m), el parque eólico de la sierra del Conejo y el puntal de Juey nos franquean en el regreso de ruta. Las propuestas de atajos por los barrancos no prosperan, hasta que picamos y le damos un bocado a una vuelta de la ruta.

    Seguimos, ahora por carretera, hasta la Fuente de la Teja donde nuevamente nos refrescamos.

    Han sido 17 kilómetros

    Y hasta el coche, que a la sombra de un pino nos da mucho gusto de ver. Tal vez nos hemos deshidratado un poco. De vuelta, nos encontramos con grandes piedras que casi ocupan la carretera, y un par de cabras que suben monte arriba.

    En Los Nietos, Casas de Juan Núñez, sólo nos apetece coca cola y agua. Han sido 17 km y 470 m de desnivel. Ruta estupenda y abrupta. Y con la puesta de sol, nos enteramos por la radio, que no ha habido sorpresas de última hora.  

    ➡️ Tiene otras rutas en la sección ‘Senderismo’

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