• Entre los Charcones y el Roble

    El Autor

    Rigoberto López y Manuel Martínez

    Profesor de Psicología en la Facultad de Enfermería y médico dentista, bardo y brújula de las rutas

    Desde El Pozuelo al Madroño y, dejando a la izquierda La Morrica (1129 m) continuamos hasta la aldea de El Roble, tras cruzar la carretera que une Peñas y el Sahúco. Ahora seguimos el carril, donde una cabra y su cría cruzan en su huida, y llegando al collado aparcamos en la explanada del macizo de piedra que toma el nombre de la aldea.

    Objetivo: Molar del Molinar

    Al salir del coche, una oleada de tomillo nos da la bienvenida y suspiramos. Hoy somos tres andarines, y seguimos al Hombre Guía en su plan de visitar el Molar del Molinar. Dado que el objetivo es complicado de lograr, y poco recomendable de emular, nos proponemos la primera fila de molinetas de la Cuerda del Valero, para evaluar la propuesta.

    Sin dilación, trazamos una línea recta y nos adentramos entre pequeños pinos de reforestación, espesos y con muchas ramas secas, que nos dejan algunos tatuajes en los brazos. Cruzamos un primer camino que deja atrás una aldea abandonada, la Casa de los Clérigos, y seguimos hasta la Rambla de los Charcones, hoy seca, aunque con las lluvias puede ser una correntía de aguas furiosas. Si hasta aquí hemos venido bajando, tras cruzar la rambla compensamos con una buena pendiente entre pinos, carrascas, robles y enebros.

    charcones

    Un par de pejines nos alertan, pero entre que el campo está muy seco y el exigente ritmo puesto por el guía, tenemos poco margen para configurar la merienda con este menú. Lo que si empezamos a necesitar son resuellos, ya que alguna lleva la cara como un tomate.

    En un par de enganches nos colocamos en la Cuerda del Valero, divisando los valles circundantes y el Molar a tiro de piedra, 1.5 km en línea recta. La evaluación en este punto nos lleva a dejar para una próxima ocasión su ascenso.

    Hasta la Peña del Roble

    Seguimos el parque eólico y buscamos el lugar para el descanso y refrigerio, protegidos de sus gemidos y con vistas. ¡Y damos con él! Reponemos el gasto con uva, té, frutos secos y bollo de mosto que Cesi nos envía para resarcirse de su ausencia. Unas piedras en la cuerda del Valero, divisando las idas y venidas de la Rambla de los Charcones, las tierras rojas de la Fuente del Yobo, la masa forestal teñida con distintos tonos verdes, los caminos que facilitan el ir y venir por estas tierras, algunos rojos de tejados en aldeas abandonadas y la plataforma inmensa de la Peña del Roble, nos recompensan del esfuerzo realizado.

    El aire fresco y el sol nos acogen en este momento entrañable. Lo que era presión para conseguir la meta se transforma en relajo y disfrute. Saboreamos el momento. Recordamos cuando vinimos por aquí en rutas pasadas y nos proponemos nuevos itinerarios para seguir explorando la zona, desde el Molinar, la Herrería o Santa Ana.

    Y proseguimos, descendiendo en aguda pendiente, aprovechando sendas de cabras. Y cuando se hace necesario, culo a tierra, hasta cruzar otra vez la Rambla de los Charcones y seguir el camino que nos acerca al Corral de Gil. Aquí, redirigimos nuestro objetivo (Casa de los Clérigos) y volvemos al campo a través para subir a la Peña el Roble, con la puesta de sol cercana y la expectativa de vistas sorprendentes, bien conocidas por los presentes.

    Charcones y punto geodésico

    Por la cresta, con la confidencia de MD de la suerte que ha tenido de conocernos para poder realizar estas locuras, llegamos al punto geodésico (1255 m), y en tanto el cielo se enrojece, tan característico aquí, vamos repasando el Molar, Ventoso, Padrastro, Almenara, Cabrón, Cabeza de Mahoma, Morra y aldea del Madroño, Pozuelo y tierras del pijo. Las luces se van encendiendo, cordones parpadeantes de rojos por aquí y por allá, alumbrados y faros, y cuando el cielo se cambia de traje, magníficos grises, vamos buscando la gatera que nos baja de aquí hasta llegarnos al coche, ¡que línea!.

    El IGN dice que han sido casi 9 kilómetros con 250 metros de desnivel, y casi 4 horas. Para despedirnos, tras pasar la aldea del Roble, una piara de jabalíes, como bolitas negras en movimiento, se dispersan y concentran, hasta perderse en el monte. Hoy será en Santa Ana donde nos tomemos la biocaña. Excelente ruta y compañía.

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